Educación canina en positivo, no al no

No podemos exigirle a nuestro perro cosas que nosotros le demostramos, día tras día, que no somos capaces de controlar, debemos hacer todo lo posible por entender a nuestros perros, aprender su Lenguaje. Es curioso que nos leamos las instrucciones de la tele nueva (aunque solo sea para saber sintonizarla), pero que no nos preocupemos lo más mínimo por aprender y entender a los perros.

Son muchas las veces que escuchamos eso de “¡es que todas las conductas no se pueden resolver trabajando en positivo!” o “¡intenté trabajar en positivo un tiempo y no funcionó!” En ocasiones, hay gente que está convencida que educa a su perro en positivo porque utiliza un arnés, una correa larga, le premia con salchichas o simplemente, no le pega.

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¿Qué es la Educación Canina en Positivo? Algunos dirán que “se trata de premiar al perro cuando hace algo bueno e ignorar cuando hace algo malo”. Los más simplistas dirán que lo de la educación en positivo es dar “salchichitas” al perro y que no sirve; lo más seguro es que ninguno sepa bien de qué está hablando.

Por suerte o por desgracia, muchos de los que hoy defendemos la educación en positivo y “despotricamos abiertamente” de la educación canina tradicional basada en el castigo, durante años hicimos uso de técnicas punitivas para corregir conductas, por lo que sabemos bastante bien de lo que estamos hablando y de sus nefastos resultados cuando nos referimos a esos métodos. La educación canina en positivo no se trata de hacer bien unas cuantas cosas y esperar que todo cambie y se solucione. La educación canina en positivo es una “Actitud”.

Imprescindibles: el Lenguaje y la Comunicación.

Enfocar todo desde la máxima del “respeto” hacia ellos: no quieren dominarnos, ni quieren fastidiarnos la vida, quieren agradarnos, pero no nacen sabiendo y su interpretación del mundo y de los objetos que le rodean no tiene porqué ser la misma que la nuestra.

El respeto y la empatía. Hay casos en los que nos encontraremos perros con un pasado, con conductas que no nos gustan muy reforzadas, con miedos y debemos entender que la solución a eso no puede ser inmediata, porque ellos, al igual que nosotros, necesitan tiempo para cambiar. Necesitan de un “entendimiento” por nuestra parte.

¿Acaso los humanos solucionamos nuestros problemas en cuestión de minutos u horas? ¿Si hasta para dejar de fumar necesitamos ayuda y recaemos infinidad de veces?

– Observar, observar y observar. Intentemos “visualizar” el mundo como lo hacen ellos y no como lo hacemos nosotros. Para un perro, un billete de 50€ no tiene ningún valor, pero un trozo de pan sí lo tiene. Para un perro con una socialización deficiente, la calle puede ser como para nosotros estar solos en un submarino a 300 metros de profundidad y desconocer como pilotarlo.

A la hora de enseñar conductas a un perro, no solo se tratará de aplicar un método, habrá que “observar” la predisposición del perro a aprender, respetar el nivel de exigencia, así como controlar que los tiempos de trabajo no sean excesivos y motivar. ¿Acaso le exigimos a un niño que está aprendiendo a multiplicar, que lo haga a todas horas o en cualquier momento? ¿debería el niño desde el primer momento resolver multiplicaciones de 5 dígitos en base hexadecimal? ¿Todos los perros son atletas de alto nivel a los que exigirles ser campeones?

– Ejercicio sí, pero disfrutando de lo que se hace. Las novedades no siempre son igualmente interpretadas por los perros y pueden ser causantes de mucho ESTRÉS. Nosotros podemos estar deseando estrenar con nuestro perro el nuevo cepillo que acabamos de comprarle o ponerle el nuevo abrigo; pero para el perro será algo desconocido, que jamás ha visto, ha olido, que no sabe para qué es, si le va a hacer daño… todo dependerá del estado emocional del perro, de su confianza hacia nosotros, pero por supuesto, de cómo manejemos la situación ante la duda. Y es que no es lo mismo ponerle el abrigo nuevo y sacarlo a la calle mientras en perro en su mente le da vueltas al ¡qué coño está pasando!, que enseñarle el abrigo, dejarle que lo huela, premiar al perro si es preciso, ponérselo un momento por encima y quitárselo o dejar que él se sacuda y se lo quite… todo ello poco a poco.

Lo natural y lo “antinatural”. Aquí habría que enfatizar entre las muchas teorías pasadas de rosca y que quedaron obsoletas hace ya décadas que se basaban en relacionar todas las conductas de los perros con jerarquías basadas en la dominancia. Hay quien aún defiende que los perros deben de ser imbéciles y confundir nuestra mano pellizcándoles un costado con un “mordisquito” del líder de su manada, que un giro forzado (alpha roll) es algo natural que se hacen entre ellos, o que compiten con nosotros por los recursos: el sofá, la cama, pasar por delante de la puerta, incluso por “cepillarse” a nuestras piernas. Mezclan lo natural con entornos poco naturales como la ciudad o nuestro estilo de vida.

Jamás fuerces a tu perro. No es natural y no sirve para nada. Crea desconfianza.

Seamos serios, hay cosas que no son naturales para los perros y a las que habrá que trabajar una adaptación: ir atados con una correa (aunque sea alguna vez en su vida), permanecer solos en casa si se va a dar el caso. Hay otras que podremos evitar en la medida de lo posible: levantarlos por alto, tirar de la correa, abrazarlos, sujetarles la cabeza para saludarlos, inclinarnos sobre ellos, darles voces, discusiones delante de ellos. Y habrá cosas a las que no quede más remedio que adaptarse como son la ciudad y el caos que suponen.

La adaptación al entorno no es fácil y dependerá mucho del entorno.

Deberíamos ser “Buenos Referentes” para el perro. Un maestro que un día nos dice una cosa y otro día otra, pierde la credibilidad. No podemos cambiar cada día de idea o actitud de acuerdo con nuestro estado de ánimo. No podemos pretender que nuestro perro no reaccione ante los petardos si cada vez que escuchamos uno damos un respingo y gritamos del susto o si cuando nuestro perro ladra a otro perro por miedo nosotros le gritamos.

Empaticemos con ellos. Debemos tener autocontrol con nosotros mismos si queremos que el perro también se autocontrole y ser conscientes que, al igual que a veces nosotros perdemos ese autocontrol, nuestro perro también está en su derecho de perderlo.

Nuestro autocontrol le servirá de referencia a nuestro perro.

Debemos de conseguir ser lo más importante para nuestro perro. Trabajar el vínculo hará que el perro no le dé gran importancia a salir a correr tras un perro que vio a lo lejos ya que querrá permanecer cerca de nosotros. Pero el vínculo no es una cosa que se gane en dos días, es una cosa que lleva su tiempo, como en cualquier relación que se aprecie, donde prime la confianza y el respeto y es algo que se ha de mantener durante toda la vida.

Crear un vínculo es trabajoso, romperlo es facilísimo.

Sin una buena “actitud”, sin preocuparnos de conocer el “lenguaje”, sin “respeto”, sin “entendimiento”, sin una buena “observación”, sin tener en cuenta los “niveles de exigencia”, la “motivación”, sin valorar el “estrés”, sin trabajar la “adaptación” poco a poco, sin ser buenos “referentes”, sin hacer buen uso de la “empatía”, si no tenemos “autocontrol”, si ignoramos el “vínculo”… poco o nada se estará trabajando en positivo por muchas salchichas o mimos que demos, utilicemos un clicker o utilicemos un arnés y correa larga.

Fuente: http://calmadogs.es/2013/12/trabajo-en-positivo/

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