Hasta 2019, más de la mitad de la electricidad renovable del mundo se generaba a partir de la energía hidroeléctrica, según la red Ren21, con sede en París. Pero las sequías están provocando las mayores caídas en la generación de energía hidroeléctrica en décadas.
El sur de Brasil, donde nace el río Paraná, sufre desde hace tres años una grave sequía que afecta también a Paraguay y Argentina. Los niveles de los embalses del centro y el sur de Brasil han descendido más de la mitad y en la actualidad están en cerca de un tercio de su capacidad. Dado que Brasil obtiene casi un 60% de su electricidad de la energía hidroeléctrica, el país podría enfrentarse a un apagón.
Recurso a los combustibles fósiles. Para evitarlo, las autoridades brasileñas están reactivando las centrales eléctricas que funcionan con gas natural, volviendo a hacer crecer las emisiones de gases de efecto invernadero, al igual que los precios de la electricidad. Algo similar está ocurriendo en Estados Unidos. Allí, California permite a la industria y la navegación generar energía con diesel. También se permitirá a las centrales de gas quemar más combustible.
Las centrales hidroeléctricas no solo suelen interferir masivamente en el ecosistema, sino que también pueden convertirse en un peligro para las personas, dice Thilo Papacek, de la ONG “Gegenströmung”. Esto se debe a que las represas no solo dificultan la migración de peces, sino el transporte de sedimentos aguas abajo. “Sin la acumulación de sedimentos en las riberas, el cauce de un río se hunde cada vez más en el paisaje detrás de la presa. En caso de lluvias intensas, puede desarrollar una fuerza enorme, sobre todo si los embalses tienen que abrirse para evitar un desbordamiento. Un grave riesgo para la población.
Las grandes plantas tienden a ser cada vez más ineficaces debido al cambio climático, explica Stefan Uhlenbrook, hidrólogo del Instituto Internacional de Gestión del Agua (IWMI). Básicamente, las centrales hidroeléctricas deben ser más pequeñas y el suministro más descentralizado. Las denominadas turbinas de flujo, que se cuelgan en medio de un río y generan electricidad a partir de la velocidad del flujo del agua, son especialmente permeables. También funcionan con niveles de agua bajos, no requieren grandes obras y son adecuadas para zonas remotas, pero no pueden abastecer a zonas urbanas.
En varios países de África, la energía hidroeléctrica representa más del 80% de la generación de electricidad, según la Agencia Internacional de la Energía (AIE). Pero según un estudio de la Universidad de Naciones Unidas, las represas tienen una vida útil de entre 50 a 100 años. El desgaste aumenta el peligro de roturas. Y el hidrólogo Uhlenbrook nos recuerda un aspecto que, en su opinión, se ignora con demasiada frecuencia: “Por encima de todo, debemos centrarnos en ahorrar la mayor cantidad de energía posible“.
Fuente: https://www.dw.com/es/cambio-climático-qué-futuro-tiene-la-energ%C3%ADa-hidroeléctrica/a-59004751